El director general de Amazon, Jeff Bezos, anunció los planes de la compañía de usar vehículos aéreos no tripulados (drones) para entregar productos a sus clientes. La noticia corrió como la pólvora por redes sociales y portales de noticias, y muchos imaginaron que el futuro ya está aquí.
La noticia completa incluía algunos elementos para el escepticismo, como la previsión de despliegue en 4-5 años y las dudas en relación con la seguridad y el marco legal de tales operaciones. Pero Amazon y su capacidad de innovación estaban ya en boca de todos.
Imaginemos por un momento cómo sería el mundo que nos propone Amazon. Si esta tienda puede mandar sus pequeños envíos con drones, también podrían hacerlo las empresas de correos o incluso los pequeños comerciantes que quieran realizar envíos en su zona de proximidad. De pronto, ya no es sólo el drone de Amazon que llega a mi casa. Son decenas de drones pasando por mi calle, cada uno con un cometido distinto y con un propietario diferente.
De repente, el drone no sólo necesita capacidad de geolocalización (para encontrar mi casa), sino que debe poder detectar a todos estos otros drones (por no hablar de cables, pájaros y otros objetos volantes). También necesitaremos a alguien que haga de controlador aéreo para dirigir ese tráfico y evitar que los drones y nuestros productos choquen y caigan en las cabezas de los sorprendidos viandantes
A la geolocalización, la detección de objetos y el contacto con el controlador, no estaría de más añadirle también un seguro médico y una caja negra, para saber a quién reclamarle cuando el libro de Belén Esteban, de los más vendidos en Amazon, le abra la cabeza a alguien.
Incluso si llegáramos a sortear todos estos obstáculos legales, prácticos y administrativos: ¿cómo llega el paquete a mi casa? Es fácil imaginar un sistema así en los idílicos y verdes suburbios estadounidenses, pero en la ciudad compacta, ¿va el drone a llamar al interfono?, ¿o aterrizará en mi terraza y me pedirá la llave de la escalera?
Barry Welch ( @QuantumPirate) ironiza sobre estas posibilidades en un posible resguardo de entrega de Amazon en la era de los drones, que incluye la posibilidad de que el drone sea destruido al entrar en una zona de vuelo restringido, que no consiga aterrizar para hacer la entrega o que decida renunciar y unirse a las filas de la futura revolución de las máquinas contra la humanidad.
Es evidente, como reconoce el propio Bezos, que el despliegue de los drones choca aún con importantes obstáculos legales, prácticos y de seguridad. Pero Amazon puede permitirse el lujo de jugar con la idea de algún día utilizar drones, y más si eso le sirve apara acaparar portadas justo antes de las Navidades (¡Qué casualidad!) o del Cyber Monday, la gran jornada de descuentos en la compra online en EEUU.
El problema es que la responsabilidad que podemos pasarle por alto a Bezos no se la podemos tolerar a nuestras administraciones y responsables de protección de datos. Bezos puede hablar de drones para vender libros, pero ¿pueden las Administraciones Públicas ignorar los problemas que acabamos de mencionar y dejarse seducir por una tecnología para la que no existe ni marco legal ni condiciones para su proliferación?
La venta de drones con cámara en grandes almacenes, la utilización en Barcelona de un drone que retrata monumentos históricos con fines arqueológicos. ¿Más? La existencia de un programa piloto del Centro de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información de la Generalitat de Catalunya para explorar el uso de los vehículos aéreos no tripulados con cámara de alta definición en el ámbito de la Administración Pública.
Ante estas noticias inquietantes, realicé una consulta a la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD).
El objetivo era saber qué derechos tenemos si algún día nos filma un drone y cómo ejercer nuestros derechos de acceso, rectificación y cancelación si eso ocurre. LA AEPD se limitó a informar, el 14 de octubre de 2013, de que «la captación de datos personales de personas físicas identificadas o identificables, cualquiera que sea el medio por el que se obtengan, quedará sujeta a las previsiones de la Ley Orgánica 15/1999 de Protección de Datos de Carácter Personal».
Papel mojado, vaya, puesto que es imposible saber cómo establecer contacto con el responsable de datos de algo móvil que se desplaza por el aire; y sin responsable de datos, es imposible ejercer ninguno de los derechos establecidos por la ley. Ante la existencia de un vacío legal, lo suyo sería que la Administración Pública trabajara para solventarlo y, a la espera de su desarrollo, se abstuviera de desarrollar actividades que afectan derechos fundamentales como el derecho al honor, la intimidad personal y familiar, y la propia imagen. Pero no es así.
Así que la ocurrencia de Bezos puede hacernos gracia. Lo que ya no es tan divertido es que ni las Administraciones Públicas ni la AEPD parezcan tomarse en serio la necesidad de regular la innovación tecnológica. No para pararla o entorpecerla sino, simplemente, para que cumpla la ley y esté al servicio de los derechos de ciudadanos y ciudadanas. Y no al revés.
Texto: Gemma Galdón Clavell – Publicado por www.eldiario.es