Los datos obtenidos por los satélites contribuyen a la seguridad aérea

Miles de aviones se han visto obligados a quedarse en tierra durante la segunda quincena de abril mientras la nube de cenizas producida por la erupción de un volcán en Islandia se extiende por los cielos de Europa. Las erupciones volcánicas expulsan grandes cantidades de cenizas y de gases a la atmósfera, que pueden llegar a alcanzar las altitudes a las que operan los vuelos comerciales.

Si un avión vuela a través de una nube de cenizas volcánicas, estas partículas pueden entrar en sus motores y provocar un fallo general. Las cenizas también pueden provocar daños considerables en los materiales que conforman el avión, taponar los sensores de vuelo, limitar la visibilidad de los pilotos y rayar, como si de un chorro de arena a presión se tratase, las ventanas de la cabina, las luces de aterrizaje o partes sensibles de las alas o del empenaje de cola.

Más de 90 aeronaves han sufrido daños al atravesar nubes de cenizas volcánicas. El coste total derivado de los daños provocados por las cenizas volcánicas a las aeronaves en el periodo de 1982-2000 se estima en unos 250 millones de dólares estadounidenses.

Cada año se producen unas 60 erupciones volcánicas. Sólo un limitado número de volcanes está siendo continuamente monitorizado con equipos in situ, de hecho, la mayoría de los volcanes del planeta, y especialmente aquellos situados en regiones remotas, no se pueden controlar de una forma regular. Por este motivo, la monitorización periódica de las concentraciones de dióxido de azufre (SO2) y de otros aerosoles, a partir de los datos obtenidos por los satélites, puede proporcionar una valiosa información complementaria para evaluar a escala global la posible repercusión de las erupciones volcánicas en el control del tráfico aéreo y en la seguridad pública.

 

Para asegurar una correcta prevención de los riesgos que suponen las nubes volcánicas, en el año 1995 se crearon los Centros de Vigilancia de Cenizas Volcánicas (VAACs) para recopilar información sobre las nubes de cenizas y evaluar sus posibles riesgos para la aviación. Para ayudar a los VAACs a cumplir sus objetivos, la Agencia Espacial Europea (ESA) inició el Servicio de Apoyo al Control Aéreo (SACS) para enviar alertas por correo electrónico cuando se detectan concentraciones anómalas de gas SO2. En cada correo de alerta, se envía un mapa detallado del entorno en el que se ha detectado el pico en la concentración de SO2 y toda la información se recopila en una página web a la que pueden acceder los servicios afectados.

 

Esta información – obtenida con los instrumentos SCIAMACHY a bordo de Envisat, GOME-2 y IASI a bordo de MetOp, OMI en EOS-Aura y AIRS en Aqua – es enviada a los VAACs, a los observatorios vulcanológicos, a las organizaciones sanitarias, científicas, etc.

 

Para poder determinar si las aeronaves pueden circular con seguridad por encima o por debajo de las nubes de cenizas volcánicas y para poder predecir cómo se desplazará la nube, los VAACs también necesitan información precisa sobre la altitud y la extensión de la nube de cenizas.

 

Este es el principal objetivo del proyecto de la ESA conocido como ‘Apoyo a la Aviación para la Evasión de Cenizas Volcánicas’ (SAVAA), que pretende integrar un sistema demostrador capaz de analizar los datos obtenidos por los satélites y los mapas de viento para calcular el perfil de alturas entre las que se dispersarán las cenizas volcánicas en la atmósfera, para lo que emplea técnicas de modelado inverso y de análisis de trayectorias. Este sistema podría ser implementado en el entorno operacional de los VAACs.

Por otra parte, el proyecto SAVAA complementa los informes de SO2 emitidos por el servicio SACS enviando alertas de cenizas volcánicas a los VAACs, basadas en los datos obtenidos por los satélites en la región infrarroja del espectro.

 

Edición: JFG / Foto: Satélite Envisat – ESA

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