Este ejercicio es el más importante que realiza el Ejército del Aire a lo largo del año, tanto por el número de aeronaves, recursos e instalaciones implicados, como por la extensión geográfica afectada.
Durante la fase Sirio se ponen en práctica los planes de Defensa Aérea que no están activados en tiempo de paz. La finalidad de esta fase es aumentar el nivel de adiestramiento del Mando Aéreo de Combate en las áreas de mando y control, tanto desde instalaciones fijas como desplegables. También se ejercita la conectividad con entidades y sensores del Ejército de Tierra y la Armada integrados en el Sistema de Defensa Aérea. Para ello los medios aéreos trabajan en dos bandos, simulando una parte de ellos las acciones de un hipotético enemigo, y la otra poniendo en práctica los mencionados planes de Defensa Aérea. En esta fase la mayor parte de las unidades vuelan desde sus bases de operación habituales.
De esta forma, mediante el empleo de una campaña de doble acción, donde se practica la consecución de la superioridad aérea y la superioridad en el enfrentamiento, el Ejército del Aire mantiene entrenados tanto al personal encargado del planeamiento y control de las operaciones, como a las fuerzas encargadas de ejecutar esos planes. Este entrenamiento permite mantener engrasada la maquinaria interna del Ejército del Aire para que pueda reaccionar con la suficiente rapidez y eficacia en los momentos de crisis en los que el Gobierno estime necesario su intervención, como ocurrió el pasado año con la crisis de Libia.