Los aeropuertos son las catedrales de la modernidad. Todas las ciudades se pirran por tener uno más grande y más alto que el del vecino y los arquitectos de prestigio sueñan con pasar a la posteridad construyéndolos. Pero no siempre se acuerdan de hacerlos confortables para quienes tienen que sufrirlos. / Esta noticia se puede leer en www.elpais.com.