La Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil (CIAIAC) ha publicado recientemente el informe del siniestro ocurrido el 28 de junio de 2008 al avión Cessna 172 (EC-IRP), en el que fallecieron tres personas que participaban en el Campeonato de España de Vuelo a Motor, una prueba consistente en sobrevolar y efectuar giros en determinada zonas, identificando construcciones.
La tripulación participante llevaba un aparato ‘logger’ para registrar los parámetros del vuelo, facilitado por la organización para, posteriormente, interpretar y evaluar el pilotaje de cada tripulación y establecer la puntuación de la prueba. Este instrumento ha aportado una valiosa información para establecer la ruta del avión hasta pocos segundos antes del impacto contra el terreno.
Las víctimas del accidente, dos hombres y una mujer, eran socios del Aero Club Barcelona Sabadell. Según se explica en el informe de la CIAIAC, los dos hombres se situaron en la parte delantera del avión, siendo piloto al mando el que estaba en el asiento izquierdo, mientras que el de la derecha realizó funciones de copiloto. En la parte trasera, como pasajera, se situó la mujer.
La etapa comenzó en el aeropuerto de Son Bonet, en Palma de Mallorca, y debía finalizar en un aeródromo de San Luis (Menorca), en el que no había servicio de combustible. Por este motivo, el avión se llenó al completo de combustible, pues los participantes debían regresar por la tarde a Son Bonet. Además, los pilotos eran personas corpulentas, con lo cual, según el informe “la estimación del peso y centrado de la aeronave resultó ligeramente por debajo del peso máximo, pero el centro de gravedad se encontraba dentro de los límites en los que se considera que la actuación sobre los mandos no está comprometida”.
El siniestro se produjo 17 minutos después de haber despegado el avión y segundos después de haberse realizado un giro casi completo del vuelo, pues se sobrevoló una zona establecida por la organización de la prueba. Según la investigación, el giro comportó que el avión tuviese en la parte final de vuelo un ligero viento en cola, lo cual, unido a que segundos antes se había aminorado la velocidad para reconocer el terreno, pudo comportar que el avión de forma súbita perdiese altura y que el piloto no pudiese controlarlo.
En otro párrafo del informe se indica que “en la condición de elevado peso y maniobras de viraje, la alta resistencia aerodinámica no permitía acelerar mucho el vuelo, y una posible perturbación de viento en cola pudo hacer perder el control”.
En los segundos finales, el piloto debió exigir máxima potencia a fin de recuperar la pérdida de altura. El aparato impactó contra el terreno con gran virulencia y el ala derecha impactó contra el terreno, saliendo el combustible del depósito, lo cual provocó el incendio del avión.
Se da la circunstancia de que el piloto tenía una amplia experiencia ya que había rebasado las 8.000 había rebasado las 8.000 horas de vuelo. Sin embargo, en los 18 meses anteriores al accidente sólo en una ocasión había pilotado un avión Cessna igual o similar al siniestrado.
En definitiva se considera, como “causa más probable del accidente la pérdida de sustentación de la aeronave en las condiciones alcanzadas en el último tramo del vuelo, en las que pudieron contribuir el peso, la configuración del vuelo, la maniobra de viraje, el viento cambiante y la confianza del piloto en el rendimiento de la aeronave”, pues estaba acostumbrado a pilotar su propio aparato, un avión de ala baja equipado con un motor más potente que el del avión siniestrado.
Texto, foto y edición: José Fernández