Este 24 de diciembre, los extremistas del autoproclamado Estado Islámico (IS) derribaron por primera vez un avión de combate F-16 de la coalición internacional liderada por Estados Unidos y tomaron prisionero al jordano que lo pilotaba después de que su aeronave se estrellara cerca de la ciudad de Al Rakka, en el norte de Siria.
Según la agencia de noticias jordana Petra, se trata de un teniente de 26 años. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, pidió a los captores que lo trataran en concordancia con las leyes humanitarias internacionales.
La captura del piloto pone de relieve los riesgos que corren Estados Unidos y sus aliados al enfrentarse con EI, que tiene en sus manos una reserva considerable de misiles superficie-aire soviéticos Igla. Los arsenales de los Gobiernos de Siria e Irak han contado con misiles Igla desde hace mucho tiempo.
Estas armas, disparadas desde el hombro, fueron usadas por las fuerzas iraquíes durante la Guerra del Golfo Pérsico en 1991 para derribar un Tornado británico. Islamistas chechenos las han usado más recientemente para derribar helicópteros rusos.
El militar jordano participaba en los bombardeos de la coalición internacional sobre el principal bastión de EI en Siria. Jordania participa junto con los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Bahréin en esos ataques aéreos coordinados. Además de pedirle a EI que tratara al prisionero humanamente, Ban condenó el uso continuo de armas explosivas como las bombas de barril en zonas residenciales o áreas habitadas predominantemente por civiles. No obstante, la violencia parece intensificarse, no sólo en Siria, sino también en Irak.