No basta con las hazañas para hacerse famoso. No guardan proporción el tamaño de los logros con el prestigio y reconocimiento público que se obtiene por ellos. Es una realidad dura, pero fácil de comprobar en la Historia. Un ejemplo: el archiconocido Charles Lindbergh no fue el primer piloto en cruzar el atlántico en avión sin escalas en 1927. Este artículo se puede leer en el blog www.perogrullo.com.