Construyendo el motor que ganó la Segunda Guerra mundial

¿Exagerado afirmar que una única pieza de maquinaria contribuyó de modo decisivo a ganar una guerra? Puede que sí, pero hay razones para afirmarlo. El motor Rolls Royce Merlin, 12 cilindros en ‘V’, refrigerado por líquido, con más de 1.100 CV, equipó aviones como el Hawker Hurricane, el Supermarine Spitfire, el de Havilland Mosquito y el bombardero Avro Lancaster.

 

Su versión estadounidense, el Packard V-1650, iba montado en aparatos como el caza Curtiss P-40 Kittyhawk, pero sobre todo propulsaba a las versiones del North American P-51 Mustang que fueron capaces de escoltar a los bombarderos sobre Europa. Su contribución a la destrucción de la Luftwaffe, y más tarde de las ciudades alemanas, no tiene parangón. Hoy en día aún vuela en el Memorial Flight de la RAF y en no pocos aviones de carreras derivados del Mustang. Su construcción, como podemos ver en el vídeo inferior, es de otra época; cuando Occidente era capaz de transformar enormes bloques de metal sólido en motores de fantástica potencia a base de ingenio y mucha, mucha mano de obra. Es como un enorme rompecabezas tridimensional construido con paciencia y cuidado de joyero y sin escatimar en tiempo ni preocuparse en exceso de la eficiencia: lo importante es hacerlo bien, más que rápido o barato. Eran otros tiempos. Y tenían un rugido que sigue siendo espectacular hoy.

Publicado en www.perogrullo.com por el periodista Pepe Cervera

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