El 19 de mayo se completó la instalación del instrumento científico más grande y sofisticado de la Estación Espacial Internacional. El Espectrómetro Magnético Alfa, puesto en órbita por el Transbordador Espacial Endeavour, recibirá el impacto de diez mil rayos cósmicos por minuto para buscar respuestas a los secretos mejor guardados de la física de partículas.
Los rayos cósmicos son partículas de alta energía que cruzan el espacio a velocidades próximas a la de la luz. El Espectrómetro Magnético Alfa (AMS-02, en su acrónimo inglés), detectará y catalogará estas partículas para ayudar a comprender mejor la naturaleza fundamental de la materia.
Uno de los misterios que el AMS-02 intentará resolver es de dónde proceden los rayos cósmicos. La tremenda energía de estas partículas podría tener su origen en los enredados campos magnéticos de estrellas extintas, o en el núcleo de galaxias activas, o incluso en estructuras que los astrónomos todavía no son capaces de imaginar.
El AMS-02 recogerá y medirá la energía de una gran cantidad de rayos cósmicos, lo que podría ayudar a los físicos de partículas a encontrar respuestas a este enigma.
El AMS-02 es la culminación de un programa internacional que ya lanzó un primer prototipo del detector a bordo del Trasbordador Espacial en el año 1998. El AMS-01 demostró que todavía se podía aprender mucho de estas partículas de alta energía.
El AMS-02 operará desde el extremo de estribor de la viga principal de la Estación Espacial Internacional hasta el año 2020 como mínimo. Parte de su misión consistirá en detectar partículas de antimateria en los rayos cósmicos. El instrumento europeo PAMELA (acrónimo de ‘Payload for Antimatter Matter Exploration and Light-Nuclei Astrophysics’), instalado a bordo del satélite ruso Resurs-DK1, demostró en su día que hay mucha más antimateria en el Universo de lo que sugería la astrofísica tradicional.
El Espectrómetro Magnético Alfa estudiará la posibilidad de que los rayos cósmicos sean liberados tras la colisión de partículas de ‘materia oscura’, una enigmática sustancia que los astrónomos creen que constituye el 90% de la masa del Universo.
También existe la remota posibilidad de que el AMS-02 detecte partículas de Anti-Helio, que se habrían generado en el momento del Big Bang.
“El objetivo más emocionante del AMS es estudiar lo desconocido, buscar fenómenos que existen en la naturaleza pero que todavía no hemos sido capaces de imaginar, o que no teníamos forma de detectar”, declara el director del proyecto Samuel Ting, galardonado con el Premio Nobel de Física en 1976.
El proyecto del AMS cuenta con una importante participación europea. El instrumento es un conjunto de distintos tipos de detectores, desarrollados en su mayoría en Europa por institutos de investigación de Alemania, España, Francia, Italia, Portugal y Suiza, con la colaboración de centros en China, Estados Unidos, Rusia y Taiwán.
En total, el consorcio del AMS-02 engloba a más de 600 científicos de 56 institutos de investigación en 16 países. El profesor Roberto Battiston coordina la contribución europea.
La instalación del AMS-02 forma parte de la misión DAMA (acrónimo de ‘DArk MAtter’, ‘materia oscura’ en inglés) del astronauta de la ESA Roberto Vittori, uno de los seis miembros de la tripulación del Trasbordador Espacial Endeavour.
Texto y fotos: Agencia Espacial Europea