El 1 de noviembre China empezó con éxito una nueva etapa de su ambicioso programa espacial. En canal estatal de la televisión china transmitió en directo el lanzamiento del cohete portador con la nave espacial automática Shenzhou-8. Según informa el centro de dirección de vuelos, la nave se separó con éxito del cohete portador, se situó en la órbita prevista y desplegó los paneles fotovoltaicos.
Este lanzamiento es muy significativo para Pekín, ya que planea acoplar el Shenzhou-8 con la nave Tiangong-1, lanzada a finales de septiembre. En caso de éxito, China acoplaría por primera vez en la historia dos estaciones propias en órbita. Este paso será un importante avance para desplegar un estación orbital, algo que Pekín tiene previsto hacer hacia 2020.
Hace poco, la República Popular superó una etapa simbólica de la cosmonáutica: superó los cien lanzamientos de cohetes portadores. Puede parecer que lo ha hecho a un ritmo bastante lento, ya que ha necestido más de cuarenta años, pero es importante señalar que la mitad de estos lanzamientos se han realizado durante la última década.
Durante este período, China creó y desplegó varios sistemas espaciales de comunicación, prospección y navegación, puso en órbita satélites meteorológicos y toda una serie de dispositivos espaciales experimentales y de investigación. Respecto al rendimiento útil por lanzamiento, hoy en día China parece superar a cualquiera de las potencias espaciales, por no decir que se ha convertido en el tercer país del mundo, detrás de la URSS y EE UU, en duración de vuelo orbital de una persona.
Las raíces rusas del programa chino
No es ningún secreto que el programa espacial chino tiene raíces rusas. En su día, los especialistas soviéticos ayudaron al país asiático a crear su industria espacial, a preparar la base científica y a formar al personal. En particular, el principal cohete portador chino “Larga Marcha” es, en el fondo, una versión modernizada del misil balístico soviético UR-200 diseñado por el legendario constructor Vladímir Cheloméi.
Actualmente, China está diseñando todo una gama de cohetes portadores totalmente nuevos, más potentes y versátiles en cuanto a su uso. Se trata de conjuntos de elementos modulares con los cuales se podrán ensamblar cohetes con prácticamente cualquier capacidad de carga, como si se tratase de los módulos de un juego de construcción. Por cierto, los modelos rusos de la familia Angará se basan en el mismo principio, y también los motores chinos de combustible líquido.
Con frecuencia, los logros en el ámbito de la construcción de motores para cohetes son el resultado del trabajo independiente de los investigadores y especialistas chinos, muchos de los cuales estudiaron en universidades soviéticas.
El acuerdo intergubernamental del 25 de abril de 1996 sentó la base jurídica para la venta de tecnología espacial rusa a China. Como se trata de un documento secreto los directores de las empresas rusas, aunque no ocultan el trabajo conjunto con la República Popular, se niegan a comunicar cualquier tipo de detalle. Sin embargo, se sabe que China compró a Enérguia, la corporación rusa de cohetes espaciales, una maqueta de la cápsula espacial Soyuz y los sistemas necesarios para el acercamiento y el acoplamiento automáticos.
Actualmente, Rusia y China estudian activamente las posibilidades de cooperación para diseñar y realizar una serie de proyectos importantes. Hay un programa de cooperación en activo entre 2007y 2012, con una prolongación del anterior programa de tres años, que se realiza con éxito e incluye 33 direcciones de trabajo conjunto. He aquí algunas de estas prioridades.
Por un lado está el trabajo conjunto en el proyecto Luna Glob del 2014.
Además, el vuelo del aparato espacial ruso Fobos Grunt, lanzado el 9 de noviembre, permitirá esclarecer el origen de los planetas del Sistema Solar. El objetivo del proyecto consiste en traer a la Tierra muestras de terreno del satélite de Marte, Fobos. En el marco de este proyecto, el cohete portador ruso Zenit pondrá en la órbita de Marte no sólo el dispositivo espacial ruso Fobos Grunt, sino también el chino Yunguo-1.
Este satélite de investigación cumplirá durante un año un su propio programa. El objetivo principal consiste en estudiar el espacio cercano a Marte. Tras analizar los datos de Yunguo-1, los investigadores chinos esperan descubrir cómo desapareció el agua de la superficie del planeta rojo.
La colaboración con EE UU
Por otro lado, la conquista del espacio según los programas que llevan a cabo conjuntamente los rusos con los Estados Unidos y Europa está muy lejos de la perfección. Ni la NASA, ni Roskosmos, ni la Agencia Espacial Europea (ESA) pueden hacer alarde de tener claros programas de cooperación. Casi todo se reduce a declaraciones altisonantes de adhesión a la cooperación internacional en el estudio del espacio. En realidad, la tarea principal, tanto para los estadounidenses como para los europeos, consiste en garantizar la salida conjunta al espacio y la obtención de información como garantía de independencia y seguridad estratégicas.
Son estos los objetivos que plantea el programa global de la NASA, denominado Constellation y que vino a sustituir al programa de George Bush. Se trata del desarrollo integral de medios para el lanzamiento y la organización de estudios del espacio lejano a gran escala. Sin embargo, la participación de otros países está prácticamente excluida.
Hoy en día, la cooperación ruso-americana en el ámbito espacial, se basa principalmente en el programa de la Estación Espacial Internacional.
Sin embargo, independientemente de las declaraciones de la NASA, para los estadounidenses la utilización de las naves espaciales rusas es algo ineludible. Además, la NASA no ha aclarado todavía que ocurrirá con la propia Estación Espacial Internacional cuando finalice el programa Space Shuttle.
Por otro lado, las relaciones espaciales entre Rusia y Europa están teñidas de menos dramatismo, aunque tampoco hay programas de cooperación importantes. El programa de creación de un nuevo sistema espacial de transporte de uso múltiple nunca llegó a llegó a hacerse realidad, aunque Roskosmos y la ESA hayan hecho declaraciones al respecto. Desgraciadamente, las palabras de Günter Verheugen, comisario europeo de industria, a finales de 2008 en las que sostenía que era intolerable depender de los rusos para organizar vuelos pilotados, no ayudan a crear un buen clima.
Sin embargo, desde el punto de vista económico y tecnológico es muy difícil llevar a cabo grandes proyectos científico-técnicos sin colaboración internacional. En este sentido, resulta muy interesante la opinión expresada en otoño de 2008 por Andréi Ionin, miembro de la Academia de Cosmonáutica de Rusia “Tsiolkovski”: “Actualmente tenemos que pensar en quiénes son nuestros principales socios en el espacio. Es posible que ya sea hora de dejar de mirar hacia Occidente y dirigir la mirada hacia Oriente. Los centros económicos, tecnológicos y políticos se estań trasladando hacia la región de Asia y el Pacífico, donde China, Japón y Corea del Sur muestran un desarrollo acelerado”.
Texto: Andrei Kiskiakov, publicado el 11 de noviembre de 2011 en Rusiahoy.com.