Airbus está sufriendo en primera línea el batacazo que se está dando la aviación por la pandemia, con 2.686 millones de euros de pérdidas entre enero y septiembre. Pero dentro de la incertidumbre que domina el sector la empresa percibe algunos signos de estabilización que se reflejan en sus resultados.
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El grupo aeronáutico europeo anunció este jueves que en el tercer trimestre los números rojos de su resultado alcanzaron los 767 millones de euros, frente a los 989 millones de beneficios en ese mismo periodo de 2019, y los ingresos cayeron un 27% a 11.213 millones.
Su consejero delegado, Guillaume Faury, insistió en que piensan que las medidas de ajuste que han tomado para adaptarse a la situación son las «adecuadas» para proteger su situación competitiva.
La cifra que la empresa destaca para ver el vaso medio lleno es que en el tercer trimestre han conseguido detener la hemorragia de efectivo que les afectaba desde que estalló la crisis del coronavirus, en gran medida porque las aerolíneas se resistían a recibir (y por tanto a pagar) los aviones que estaban programados.
Entre julio y septiembre, el flujo de tesorería fue positivo con 600 millones de euros y a partir de ahí Airbus se ha fijado un primer objetivo financiero, que consiste en lograr un equilibrio en la cuenta de efectivo durante los tres últimos meses del año.
Desde comienzos de año, el fabricante ha entregado 341 aviones comerciales, de los cuales 145 fueron en el tercer trimestre y 57 en septiembre.
La recuperación estos últimos meses del ritmo de entregas (que en cualquier caso es un 40 % inferior al nivel del pasado año en las mismas fechas) ha permitido reducir el número de aparatos que ya tenía terminados en espera de la recepción por el cliente de 158 este verano a unos 135.
Pero más allá de estos signos de esperanza, lo que reflejan las cuentas de los tres primeros trimestres es la gravedad de la situación y diversas cargas financieras que agravan los números rojos.
Entre esas están los 358 millones de euros por el programa del avión gigante A380 que se está dejando de fabricar este año; 291 millones en relación con Dassault Aviation o 236 millones para corregir los contratos de los créditos reembolsables recibidos de Francia y España porque la Organización Mundial del Comercio (OMC) considera irregulares los tipos de interés.
Sobre todo, Airbus ha establecido en las cuentas del tercer trimestre una provisión de 1.200 millones de euros a cuenta del plan de reestructuración que, según el diseño presentado a finales de junio, supondrá la reducción de su plantilla mundial en 15.000 trabajadores de un total de 134.000 en la actualidad.
Faury descartó por el momento tener que ampliar esos recortes, puesto que están consiguiendo alinear las entregas con los objetivos que se habían marcado en ese plan, y que han supuesto un bajón del 44 % de la producción.
El problema es que sus previsiones de recuperación del tráfico aéreo, en un momento en que en toda Europa se están imponiendo medidas muy restrictivas para los desplazamientos, son ahora peores que en verano.
Y que, como volvió a recordar el «número uno» de Airbus, el tráfico aéreo mundial solo volverá a los niveles de 2019, antes de que estallara la crisis, «en algún momento entre 2023 y 2025».
Esa recuperación, añadió, no será igual en todos los países (en China está siendo ahora particularmente rápida) ni en todos los segmentos, ya que los vuelos intercontinentales de larga distancia van a verse muy penalizados hasta que no haya vacunas efectivas para la covid-19.
Airbus, que ha renunciado desde marzo a dar cualquier previsión sobre entregas o sobre sus resultados, sí que espera mantener la cadencia de producción actual para sus aviones de pasillo único (la familia A320, utilizada en líneas de corto y medio alcance) hasta el próximo verano, que es de 40 unidades mensuales.