Miles de aviones se han visto obligados a quedarse en tierra durante la segunda quincena de abril mientras la nube de cenizas producida por la erupción de un volcán en Islandia se extiende por los cielos de Europa. Las erupciones volcánicas expulsan grandes cantidades de cenizas y de gases a la atmósfera, que pueden llegar a alcanzar las altitudes a las que operan los vuelos comerciales.
Si un avión vuela a través de una nube de cenizas volcánicas, estas partículas pueden entrar en sus motores y provocar un fallo general. Las cenizas también pueden provocar daños considerables en los materiales que conforman el avión, taponar los sensores de vuelo, limitar la visibilidad de los pilotos y rayar, como si de un chorro de arena a presión se tratase, las ventanas de la cabina, las luces de aterrizaje o partes sensibles de las alas o del empenaje de cola.
Más de 90 aeronaves han sufrido daños al atravesar nubes de cenizas volcánicas. El coste total derivado de los daños provocados por las cenizas volcánicas a las aeronaves en el periodo de 1982-2000 se estima en unos 250 millones de dólares estadounidenses.
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